martes, 15 de febrero de 2011

una nochevieja maravillosamente especial

Ya eran las 8.30 de la mañana y entre sueños empecé a escuchar una suave y dulce voz tarareando una canción, podía sentir como se acercaba a mi lentamente, hasta que ya estaba a mi lado, y una delicada caricia rozó mi cara retirando mi pelo de mis ojos. Sí, era la pequeña Badra, estaba mirándome con esos enormes ojos oscuros, con ese pelo perfectamente despeinado y con esa sonrisa en la boca, que parece estar tallada en su cara. La sonrisa de Badra es la más sincera y bonita que he visto. Creo que esa es la mañana que más feliz me he despertado, no importaba que fueran las 8.30, no importaba que hubiera dormido en el suelo, tampoco que hiciera un frío horroroso, tampoco que me doliera la espalda... era inmensamente feliz. Gracias a ella.
Cuidadosamente cogí a Badra de la cintura y la tumbé a mi lado para taparla, estaba congelada, pude sentir sus pequeños pies helados entre mis piernas, la abracé para calentarla, ella dejó caer su cabeza sobre mi pecho y siguió tarareando.
Pasamos unos cuantos minutos así, hasta que todos los demás se despertaron. 
Como me encantaría despertarme así cada mañana...


 Badra y sus pelos  




Nos dirigimos a la jaima ("casa" de tela) para desayunar. Antes de entrar, ya podía percibir el suave y sabroso olor del té que Ragia estaba preparando. 


jaima




Sin duda, no hay mejor forma de empezar el día, sonrisas preciosas y té exquisito. Sí, definitivamente adoro el Sahara, adoro su gente, su sol, su arena, su té, sus miradas, sus sonrisas, todo allí es especial, es maravilloso... ¡hasta madrugar!


Ragia y su delicioso té


Después del desayuno y de jugar unas horas con los niños, fuimos a 27 de Febrero (otro de los campamentos). Allí conocí a Salka una chica saharaui que había estado en España. Salka es impresionantemente bella, sus ojos son alargados y del mismo color que su precioso pelo; negros. Lo más impresionante de Salka es su mirada, el la cual, se puede ver dolor, dolor que reflejan sus palabras al hablar de su pueblo. Palabras con las cuales aún me emociono al leer, palabras que, de momento, no os puedo adelantar.
Llevaba una bonita melfa morada que combinaba perfectamente con el color de las alfombras, de las cortinas, de las matlas (son como pequeños colchones individuales que colocan rodeando la habitación principal de la casa, algo que me parece muy práctico y estupendo para pasar un largo día de té y charla) de su bonita casa.


la bella Salka




Después de té, Salka, preparo una deliciosa comida; cuscús, pollo y patatas. Todo estaba riquísimo.
Esa tarde volvimos a quedar con Malainin ya que tenía que terminar mi "entrevista" con él. Después de pasar la tarde por 27 de Febrero viendo las tiendas de artesanía, la famosa escuela, el interesante Museo Nacional Saharaui... fuimos a casa de Malainin. 


escuela 27 de Febrero


Al llegar nos tenía preparada un bandeja con unas deliciosas galletas en forma de concha, zumo de mango y agua. Mientras Malainin nos preparaba un té, empezó a contestar una a una todas las preguntas que tenía preparadas para él. Me contestaba con una sinceridad y dulzura extremada, me sentí como una niña de 6 años escuchando las historias que le cuenta su abuelito. Hablaba con una tremenda delicadeza que hacía que sintiera en mi piel cada palabra que salía de su boca. Cuando terminé de preguntar me abrazó y me dio un beso, creo que a partir de ese momento tengo tres abuelos...
Gracias por todo Malainin.


Al terminar, nos llevó de nuevo a casa de Salka. Mientras ella preparaba la cena, nosotros jugamos con los niños. Eran las 11.30 cuando oí decir a Carmen: Salka, prepara el té que tenemos que brindar. 
Y yo pensé: ¿Brindar...? ¿Porqué...?
Se me había olvidado totalmente que era nochevieja... no tuve que pensar en las uvas, en la sidra, en una cena especial, en un vestido bonito... no, no tuve que pensar en nada de eso, simplemente en divertirme jugando con los niños y en disfrutar de todo lo nuevo que estaba conociendo. Esa mañana no me levanté pensando que era día 31...
Allí no importa ni que día sea, ni lunes, martes o miércoles, no importa que sean las 12 o la 1, el tiempo no es tiempo, y las horas no son horas, simplemente importa estar bien. No sabes dónde ni cuando vas a comer, cenar o dormir, todo esto me encanta, me encanta no mirar el reloj ni una sola vez en todo el día.


Llegaron las 12, todos brindamos con té y nos felicitamos el año nuevo. Malainin había traído una deliciosa tarta y unos cuantos pasteles. Todos pasamos la noche tomando té, hablando, riendo, comiendo dulces, escuchando música y hasta Matu nos bailó. Fue una nochevieja verdaderamente especial e inolvidable...

miércoles, 9 de febrero de 2011

conociendo personas impresionantes

Prometí hablaos de Malainin, un señor mayor, y tremendamente interesante. En realidad al conocerlo, me pareció una persona muy seria, pero cuando coges algo de confianza es enormemente divertido, no para de bromear y hacerte reír. Aprendí muchísimo junto a él. Malainin nació en el Sahara Occidental, tiene una estatura media, siempre viste un darrah marrón (túnica típica en los hombres saharauis) con una capucha enorme. Las abundantes cicatrices de su cara reflejan el paso de un dura y complicada vida.
Su pelo es negro mezclado con el blanco de numerosas canas, al igual que su perfecto bigote. Lleva gafas con los cristales algo oscuros, cristales, que debido a su deteriorado estado, se caen, aunque para Malainin, no es problema, rápidamente coge elzam, estira de unos cuantos hilos y rápidamente lo arregla, no le hace falta tener una óptica cerca. Me pareció alucinante ver, la facilidad que tienen para arreglarlo todo. 


gracias Malainin


La tarde que pasamos juntos, nos presento a su madre, Salka, mujer muy muy anciana que vestía una melfa (velo de las mujeres saharauis) en color azul oscuro y negro. Salka siempre estaba seria, no hablaba casi y nunca te regalaba una sonrisa. Llevaba en sus manos un rosario (o algo así) y constantemente lo estaba tocando y acariciando. Tengo que reconocer que me daba un poco de miedo, ya que, yo le sonreía y ella ni se inmutaba, parecía que estaba cabreada o algo así. Al pasar unos minutos pude comprobar que no era así. Salka (que no hablaba español) se acercó a mí y me regaló un precioso darrah y una bonita pulsera con bolitas marrones y negras. Seguidamente le dijo a Malainin que me lo probara. Así lo hice, me probé el enorme darrah, la pulsera y Malainin se ofreció a ponerme elzam como lo hacían los hombres saharauis. Pasé toda la tarde vestida así, un poco agobiada, por la falta de costumbre, ya que iba andando e iba arrastrando el darrah, elzam se me iba cayendo y me tapaba los ojos... me faltaban manos para poder sujetar todo, vamos...un desastre! Entonces Salka, que me estaba observando, se empezó a reír y me dijo que estaba muy graciosa. Me encantó verla reír, ese fue mi mejor regalo. 


seria pero adorable Salka


Me parece maravilloso ver como estas personas te regalan lo poco que tienen. Es alucinante, sí la gente saharaui es así.


Sigo con Malainin, que nos llevó a ver muchísimas cosas interesantes en el 27 de Febrero (otro campamento saharaui). 
Una mañana, sentados en el coche, de camino al increíble Museo de la Resistencia, vimos decenas de camellos y yo con toda la emoción del mundo, grité: camellos!!! nunca había visto uno!!
Malainin se giro riendo para mirarme y me preguntó: María, ¿quieres verlos de cerca?
Yo le respondí con una enorme sonrisa. Él, sin pensarlo ni un segundo, salió del camino y se dirigió hacia los camellos. Paramos y avisó al pastor para que cogiera uno y lo pudiera tocar. En realidad verlos de tan cerca, da un poquito de respeto, ya que son enormes, enormes, enormes, solo su pierna era igual de alta que yo! Los ojos de los camellos son casi blancos, su pelo es áspero y están llenos de cicatrices. Me encantó poder tener uno tan cerca.
Pasamos el día viendo los camellos, el museo, el hospital..... fue uno de los días que más he aprendido en toda mi vida. Cada cosa que me contaba Malainin me parecía impresionante.


la felicidad en persona! :)




Volvimos de noche a casa de Matu, en Auserd. 
Y allí estaban todos esperando, con la enorme sonrisa del primer día. Gaici preparando té, Ragía la comida, y los niños miles de cosas que contarte y momentos preciosos que regalarte.
Después de cenar decidimos jugar un rato a las cartas, ya que los pequeños ya se habían dormido. Creo que esta noche fue una de las más divertidas, no podíamos para de reír. Empezamos a jugar Chuso (novio de Irene), Gaici, Abah que tiene 14 años mas o menos, y creo que es la persona mas amable y atenta que he conocido en mi vida y Seitah.
Fue muy muy divertido, entre Chuso y yo les enseñamos a jugar al mentiroso. Por una parte Gaici era exageradamente gracioso, ya que no se enteraba de nada y siempre perdía (le decíamos que era el peor mentiroso del Sahara), por otra parte Seitah hacía millones de trampas y ninguno nos enterábamos, y luego por último Abah confundía los caballos con burros y decía: yo...... mmhhh.... un burro!!! 
y todos lo miramos y empezamos a reírnos y decía: no! no! no! que diga.... un...un... un caballo!!! jajaja 
Cada vez que lo recuerdo no puedo evitar que se escape una gigante sonrisa...
Echo tanto de menos estos momentos...





jueves, 27 de enero de 2011

el mejor momento en el Sahara

Salí de la jaima y sentí el sol en mi cara cuando aún no podía casi ni abrir los ojos (sensación que me encanta). Eran las 9h de la mañana y habíamos planeado ir al mercado de Auserd, para comprar té, delicioso té, y varios turbantes para protegernos del sol, viento, arena... Nosotros (los españoles) normalmente llevábamos elzam en el cuello, modo bufanda, pero cuando hacía mucho calor o viento lo cambiábamos a la cabeza, de una forma algo torpe, debido nuestra lógica falta de costumbre.


mercado de Auserd




Pasamos casi toda la mañana por el mercado viendo y comprando cosas, y yo sobre todo haciendo miles de fotos. Volvimos del mercado, a las 12h, el calor ya era algo insoportable. Aún no estaba preparada la comida y decidimos jugar a algo para hacer tiempo.
Lala, una de las hermanas de Matu (que habla castellano) se acercó a mi corriendo me cogió la mano y me preguntó que si la acompañaba a buscar una pelota. Yo, encantada, le sonreí. Pasamos a "la habitación de la ropa", una pequeña habitación con un "armario" un poco roto y todo el suelo lleno de pantalones, botas, sandalias, camisetas, pañuelos, vestidos... Lala empezó a buscar y a coger calcetines, yo me quedé mirando, y le pregunté: pero.... Lala, ¿no buscábamos una pelota para jugar? Ella me miró sonrió y contestó ésta es nuestra pelota, mostrándome mientras dos o tres calcetines. yo, sinceramente, no entendía nada. Seguidamente salimos fuera y Lala comenzó a llenar un calcetín de arena, éste lo liaba en otro y luego lo ataba a otro, realmente no sé como lo hizo, pero creó una pelota perfecta. Yo me quedé mirando asombrada, ella me miró, y al ver mi cara sonrió, me volvió a coger de la mano, grito: ¡yala! (¡vamos!) y corriendo fuimos a reunirnos con los demás.


preciosa e impresionante Lala


Todos estaban preparando el campo de juego, marcaban las líneas en la arena, con piedras, ropa... cualquier material. Ya estaba todo listo ¡puede comenzar la diversión! Yo me senté con las más pequeñas para ver como jugaban los demás. Después saqué mi cámara para grabar el juego y automáticamente todas levantaron y empezaron a cantar y bailar para que yo las grabara. Fue una mañana muy muy divertida. Fue impresionante ver a 5 niñas (la mayor tendría 5 o 6 añitos) bailar y cantar con una gracia extraordinaria. Pasamos toda la mañana, cantando, bailando, riendo, haciendo vídeos, fotos... lo pasé genial. Vuelvo a repetir que es muy sorprendente ver como puedes disfrutar tanto con personas que ni siquiera hablan tu mismo idioma, el idioma esa mañana y entre todas nosotras, era lo de menos...


Todos lo pasamos muy bien, no hacía falta una Play Station, una Wii, o una Nintendo... simplemente unos calcetines, arena y unos niños tan maravillosos como ellos.




Después de comer fuimos a visitar a la familia de Malainin.
Malainin es una persona impresionante, de la cual, os hablaré la próxima vez. Fue una de las personas que más me ha ayudado con él proyecto, se pasó horas y horas contestando todas mis preguntas, es un señor inmensamente culto e inteligente, puedes hablar con él de cualquier tema, seguro que tiene algo interesante que contar.
Pasamos toda la tarde con él tomando té y hablando. Antes de que se hiciera de noche Malainin se ofreció a llevarnos en coche hasta la casa de Matu.


Cuando llegamos bajé del coche, y vi a Badra (hermana de Matu) que corría hacia mí para abrazarme.
Hizo que se dibujara una enorme sonrisa en mi boca, bueno, en realidad, Badra siempre hacía que sonriera. Es una niña impresionante, tiene casi 4 añitos, sus oscuros ojos son enormes y exageradamente bonitos, sus pestañas son negras y largas, su nariz es pequeñita, su piel también es oscura (más oscura que la de sus tres hermanas) sus labios son rojizos y preciosos y su pelo (siempre despeinado, muy muy despeinado) es algo rizado y castaño, cosa que no es normal entre las mujeres o niñas saharauis (yo pienso y creo que es de la malnutrición, sobre todo falta de vitaminas). De todas formas es una niña preciosa, no para de correr, cantar, reír, saltar, hablar, jugar...
Badra todavía no sabe hablar en castellano, ya que aún es muy pequeña, pero cada vez que estábamos juntas nos entendíamos perfectamente.
Creo que es la persona con la que más tiempo he pasado en el Sahara. Antes de volver a España, pensé muy seriamente en meterla en mi maleta... :) 
No os podéis imaginar cuanto echo de menos una sonrisa, un abrazo o un beso suyo...


Badra, siempre en mi corazón :)




Cuando estaba en los campamentos y pasaba un día duro, o algún momento difícil, Badra hacía que todo valiese la pena, con ver su cara de ilusión cuando jugaba conmigo o ver a su madre (Ragia) como le cambiaba la mirada cuando nos veía juntas... sí, totalmente, valía la pena.
Ragia quiere que Badra venga conmigo a España, pero es complicado, mucho. Ojalá algún día pueda venir, y yo pueda leerle todo esto para que sepa lo importante que ha sido para mí...


Ese día decidimos ir todos juntos a ver el atardecer, mejor dicho, el precioso y alucinante atardecer.
Yo llevaba a Badra en brazos, ya que empezaba a hacer frío y ella iba descalza y en manga corta.
Todos se sentaron en el suelo para verlo, yo estaba de pie, con Badra en mis brazos, cada segundo que pasaba el cielo estaba más bonito y la luz se atenuaba. Badra y yo nos quedamos mirando al horizonte, es el paisaje mas bonito que he visto en mi vida. En ese momento Badra me miró sonrió y metió sus pequeñas y suaves manos y brazos debajo de los míos abrazándome, seguidamente apoyó su cabeza en mi pecho y pude notar como suspiró profundamente. Badra empezó a tararear suave y dulcemente una canción. Las dos permanecimos así varios minutos, no existía nada alrededor. Ver el impresionante paisaje con una maravillosa niña abrazada a mi y de fondo su dulce voz tarareando... fue algo indescriptible, perdonarme, porque no sabría como explicar lo que sentí en ese momento. Ahora mismo si no fuera por las fotos pensaría que no fue real, que fue un precisoso y dulce sueño. Pero no, gracias a ti, Badra, este sueño fue real. Gracias por relagarme uno de los momentos mas bonitos de mi vida...


sí, fue real...



lunes, 24 de enero de 2011

cada minuto es especial

Por la mañana, temprano, decidimos volver al Aiún, concretamente al taller de cerámica.
Las maravillosas, y sobre todo, divertidas chicas del taller, estaban practicando con el pincel. 
Allí encontré a un niño precioso sentado en una silla, estaba sin hablar, sin hacer ruido, sin moverse. Creo que fue el primer niño que había visto así, ya que allí, todos corren, gritan, juegan, se ríen, se caen... lógico ¿no? son niños...
Me acerqué a él y lo miré, su mirada estaba triste, me miró y le sonreí, pero él seguía igual, mirando al suelo y completamente quieto. Entonces se acercó Irene (una de mis compañeras, y ahora una de mis amigas) empezamos a jugar con él, al principio sin ningún éxito, hasta que empezamos a robarle una sonrisa detrás de otra y conseguimos que bajara de la silla y se divirtiera con nosotras. Ahí se me ocurrió sacar el típico y magnífico juego de hacer pompas de jabón. Me miró fija y atentamente como metía mi mano en el bolso, sacaba el tarro, lo abría, soplaba y... pompas!! muchas pompas!! pompas grandes, pequeñas, unas subían, otras bajaban... no os podéis hacer una idea de su cara, sus ojos, y su enorme, gigante e impresionante sonrisa. 
Estaba completamente asombrado, parecía que se había vuelto loco, empezó a saltar, reír, gritar, correr... intentando explotar todas y cada una de las pompas que había hecho.
Fue un momento precioso, pensé: que fácil, es hacer feliz a un niño y que fácil es hacerse feliz a uno mismo.
Este fue un momento, como muchos otros de los que pasé allí, que no olvidaré nunca.
Pasamos toda la mañana haciendo pompas, me divertí muchísimo, creo que esa mañana volví a tener 5 años...

una mañana especial :)



Llegó la tarde, y llegaron Matu, Salek y Gaici a por nosotros para volver a Auserd, y esta vez para quedarnos unos cuantos días.
Esa noche conocí a Gaici. Gaici es un chico de 19 años, aun que parece que tenga más, ya que es una persona muy madura (como la mayoría de chicos y chicas allí) su pelo es negro, mejor dicho, muy muy negro y algo rizado, su piel es oscura, sus ojos también son oscuros y algo rasgados y su mirada intensa, la mas intensa que he visto, su cara muestra varias cicatrices, las cuales, esconden historias impresionantes. Es algo tímido y sobre todo es una bella y adorable persona.
Esa noche pasamos horas hablando con él, le hice mil preguntas y las contestó todas encantado. Era complicado para él, ya que le supone un gran esfuerzo hablar en castellano, aun así fue una conversación estupenda y muy divertida. Es con la persona que más he aprendido en el Sahara y una de las que más echo de menos en España.

Gaici tiene un dominio impresionante con el té, siempre era "el encargado" de hacerlo. Yo le comenté que me encantaba el té y rápidamente me pregunto que se quería que me enseñara a hacer un buen té. No tuve que contestar, simplemente me miró, vio mi enorme sonrisa y mi cara de ilusión, me devolvió la sonrisa y seguidamente empezó a preparar todo lo necesario para empezar la clase más interesante que he tenido en mi vida.


amargo, dulce y suave té 



Me encantó escuchar a Gaici explicando, lenta y suavemente, paso a paso y detalle a detalle la elaboración del esquisito té saharaui. Cada vez que terminaba de mostrarme una de las partes, me miraba, yo asentía con la cabeza, él sonreía y seguía con el siguiente paso. Nunca había visto a nadie hacer algo con una delicadeza tan extremada como la que tenía Gaici cuando cogía vaso a vaso para cambiar el té de uno a otro. Me pareció algo precioso y alucinante.
En ese instante Gaici me miró, vio mi casa de asombro y me preguntó: María, ¿quieres probar?
Me quedé parada sin saber que contestar, claro que quería, sí, pero, toda persona que me conozca aunque solo sea un poquito, sabe lo increíblemente torpe que soy (creo que hasta me puse roja y todo). Y contesté: No Gaici, tranquilo, yo soy un poco torpe, y seguramente tire todo, mejor sigue tu...
Gaici se empezó a reír (bueno, Gaici siempre ríe) y contestó: María, si algo nos sobra aquí, es té. Prueba por favor, seguro que lo haces bien.
No me quedó otra elección y.... ¡manos a la obra! con toda mi vergüenza y nerviosismo cogí el primer vaso de té para pasarlo al siguiente, y efectivamente, como yo me esperaba, tiré la mitad a la bandeja y la otra mitad al siguiente vaso (ya había avisado). Gaici sonrió, y dijo: no pasa nada, es el primero, verás como en el siguiente no te vuelve a pasar (ahí si estaba roja, rojísima). Respiré profundamente y volví a intentarlo. Esta vez solo cayeron unas gotas. Gaici dijo: otra vez. Así lo hice varias varias veces hasta que ¡tachaaaan! ¡no se derramó ni una gota!
No sabía que costara tanto hacerlo bien, ya que, yo veía a Gaici que lo realizaba con tal facilidad... que parecía que salía solo.
Nos reímos muchísimo de mi torpe forma de hacer té, seguimos hablando y hablando durante horas y sobretodo bebimos mucho, mucho té calentito, que venía muy bien, debido al tremendo frío que hacía esa noche.
Eran ya como las 3 de la mañana pero no importaba la hora, allí nunca importa la hora. Fue una de las mejores noches que he pasado en el Sáhara. Además fue la noche en la que conocí a uno de mis mejores amigos hoy en día, por muy lejos que esté, sé que puedo contar con él para lo que sea. Creo que es la mejor persona que he conocido.
Todas y cada una de las noches recibo un mensaje suyo. Gracias, muchas gracias por todo Gaici...


Gaici, una persona impresionante








viernes, 14 de enero de 2011

un día en el Sahara

¡María, ya son las 8! dijo Carmen en voz baja. 
Abrí los ojos lentamente, la habitación estaba totalmente oscura. Sin pensarlo ni un segundo, salí de mi saco de dormir rápida y muy torpemente. Corrí hacia la puerta, iluminada por un gran sol, el sol del Sahara.
Crucé la puerta y seguidamente una gran ráfaga de viento mezclado con arena, polvo, calor... chocó contra mi cara, intenté respirar, pero una enorme sensación de asfixia lo impidió. Estuve parada unos segundos mirando al frente, después bajé la vista hasta mis pies descalzos que estaban pisando la arena, la arena del desierto del Sahara. Justo en ese instante aquel sentimiento de asfixia desapareció y una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara, por fin..., por fin estaba allí, estaba pisando la arena, ahora sí, en ese momento mi sueño se hizo realidad... Cerré los ojos, volví a respirar profundamente y entonces el aire me pareció mas limpio, suave y fresco que nunca. 

Mi primer día en los campamentos fue muy intenso. En primer lugar fuimos al Taller de Cerámica donde conocí las primeras chicas saharauis. Cinco chicas que no paraban de sonreír y que con una simple mirada conseguían que tú también lo hicieras. Mis compañeros tenían mucho trabajo allí, con lo cual, yo decidí salir sola a investigar y a empezar con la fotografía. Sinceramente estaba bastante asustada, ya que iba sola, no entiendo el Hassanía (un dialecto del árabe, es la primera lengua utilizada por los saharauis) y además no quería que alguien, molesto por mis fotos, me llamara la atención. Aún así, cogí fuerzas y me dispuse a empezar.

Desde lejos vi un cartel: museo de arte
Estaba pintado sobre una pared ocre y al lado tenía la bandera inconfundible saharaui. Sin pensarlo ni un segundo me acerqué, ya que me parecía peculiar encontrar un museo de arte en los campamentos.


museo de arte del Aiún

Comencé a disparar fotos, ese fue el momento en el que conocí a Madi.
Madi es un chico de 21 años, es muy delgadito, de estatura media, sus ojos son marrones y su piel oscura. Siempre lleva puesto elzam (turbante que cubre cabeza y cara) azul claro y oscuro y siempre, siempre, siempre esta riéndose, es muy divertido.
Madi es un gran pintor saharaui y sobre todo una gran persona. A partir ahí, y cada minuto que pasé en el Sahara, Madi estuvo pendiente de mi y dispuesto a ayudarme. Desde aquí: muchas gracias Madi.
Pasé toda la mañana con él, me estuvo mostrando y hablando, muy amablemente, de cada uno de sus cuadros, de su campamento, su vida, su familia, sus amigos, sus sueños... Las horas se pasaron como minutos, parecía que nos conocíamos de toda la vida. Fue una bonita mañana.

Madi, el mejor pintor saharaui




Me encanta conocer a una persona en pocas horas y saber que es un amigo para siempre.



Lo que también me parece impresionante y maravilloso, es que cada una y todas las personas que te cruces al día (te conozcan o no) te miren, te sonrían y se acerquen a saludarte. Incluso ves niños de 2 o 3 años que están a más de 50m de ti y levantan sus pequeñas manos para decirte hola.
Sin duda, lo mejor de este viaje ha sido cada persona que he conocido.

Totalmente verdad, vuelvo a decirlo, en este desierto no crecen flores, pero florecen personas.

Llego la noche, y todos estábamos preparados para viajar hasta Auserd (otro campamento saharaui) donde vive Matu, una niña de 14 años encantadora que ya había estado en España varias veces y hablaba castellano perfectamente. 
Sinceramente el viaje se hizo eterno, ya que el "coche" en el que viajábamos no era precisamente muy cómodo, estábamos cruzando el desierto, el cual, estaba lleno de piedras y baches, y como es lógico, no parábamos de movernos y tambalearnos. Además de todo esto, había sido un día largo y llevábamos horas sin comer. 
Por fin llegamos a la casa, baje del coche algo mareada y fui a coger mi mochila.
Miré a la puerta de la casa, estaba toda la familia ahí esperando, con una sonrisa enorme en la cara. Entonces todos los niños salieron corriendo a abrazarnos, no sabría como describir lo que sentí en ese momento. Solo sé que me quedé abrazada a una niña, Safia de unos 6 añitos. Me separé sin dejar de abrazarla y la miré, ella me miró y sonrió, justo en ese momento, el hambre, mareo, y malestar del viaje desapareció, estaba feliz, muy feliz.


la dulce Safia

Todos pasamos a la casa, pasamos un par de horas hablando, jugando con los niños, comiendo galletas... estábamos muy cansados, pero ahí sacas fuerzas de donde sea.
Fue maravilloso descubrir, como puedes llegar a entenderte, comunicarte y divertirte tanto con otra persona sin la necesidad de un mismo idioma. 
Sí, creo que es así, en el Sahara te puedes comunicar solo a base de sonrisas, ese es el idioma mas hablado, seas como seas, vengas de donde vengas, te conozcan o no, siempre, siempre te sonríen.
Ojalá este idioma fuera universal, todos nos entenderíamos mejor.

Después de cenar llegó el momento del té, el sabroso y exquisito té, una de las mas importantes tradiciones saharauis.


jueves, 13 de enero de 2011

27 de Diciembre de 2010, noche en la que empecé a soñar...

Eran las 00:07, hora en la que llegaba al Aiún, sentada en una "camioneta" (o algo por el estilo) un poco incómoda, entre bolsas, mochilas, maletas y otros bultos. Cosa que no me importaba, llevaba desde las 9 de la mañana viajando, con lo cual solo deseaba llegar, dormir y empezar un día nuevo, aunque no un día cualquiera, un día nuevo en el desierto del Sahara!

Por fin llegamos a Protocolo (lugar dónde pensábamos instalarnos durante todo el viaje). Mis compañeros empezaron bajar uno a uno todo el equipaje. Cuando pude bajar de la "camioneta" levanté la vista hasta el cielo, me detuve, no podía creer lo que estaba viendo, estrellas, miles, millones de estrellas de todos los tamaños, estrellas que brillaban intensamente, estrellas que estaban tan cerca que parecía posible llegar a tocarlas, estrellas que nunca en mi vida había contemplando...
Permanecía así durante unos minutos, era imposible apartar la vista. En ese momento oí una voz que decía: precioso ¿no?, era Pilar, una de mis compañeras, que se acercaba a mí. Yo le respondí con una sonrisa, y volvimos a levantar la vista.
A partir de ese instante, todas y cada una de las noche que pasé en el Sahara salía al desierto para volver a mirar al cielo.

Tengo que reconocer, que la primera noche fue algo dura. Sí, estaba feliz, ya que uno de mis sueños se estaba cumpliendo, pero un dolor algo extraño se alojó en mi estómago. Estaba muy cansada y ya no sabía diferenciar si sería hambre (ya que llevábamos muchas horas sin comer), miedo, nervios... o necesidad de escuchar un "tranquila, todo va a salir bien..."